Que en paz descanse: TIEMPOS DE RELATOS SINO Y SIGNO
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2005-11-30

TIEMPOS DE RELATOS SINO Y SIGNO

Tadeo Martínez daba largas caminatas a la salida del trabajo, todos los días buscando el esquivo signo, tratando de encontrar la hebra que creía negada por el destino. Miraba a tientas en los oscuros callejones la situación iluminada, intentaba adivinar los diálogos de las parejas que discutían en la plaza. Más de alguna vez siguió por las calles apretadas a algún despistado que se perdió junto con su oculta historia. Pero nada. Tenía aspecto de oficinista de diez horas carcomidas, una imagen que no hablaba más que de aburrimiento. Sabía con tristeza que manejaba una prosa con ritmo, que era capaz de inventar inquietantes principios y fuertes finales, pero no era capaz de unir una historia que considerara capaz de atrapar siquiera a un lector. Por eso recorría ya con cansancio la ciudad tratando de robar alguna tragedia para sus páginas. Por otra parte renegaba de su nombre, no podía imaginar un futuro con ese sinsentido en la tapa de algún libro. Por todo esto presentía que no había otro destino, que no sería nadie; ya que todo esto se enmarcaba en la más grande de sus desgracias: Tadeo quería ser escritor.

Esa madrugada de Martes, subió a la terraza del edificio de correos, donde trabajaba mecánicamente desde hace un par de años, encendió un cigarro sin apuro y miró la ciudad por última vez, como buscando una suerte de señal que lo hiciera desistir del plan urdido en el desvelo. El cigarrillo se apagó sin sentido en su mano, no lo había fumado, absorto en los callejones y en las escenas de la ciudad que otra vez no logró descifrar. Se sacudió de repente y decidió que no había otra salida. Bajó decidido las escaleras hasta su escritorio, sacó las llaves del depósito de cartas que acababan de llegar para ser repartidas por la ciudad, y entró en la bodega, asegurándose de reojo de estar completamente sólo. Casi no había luz y lentamente ante su vista apareció un largo mesón con correspondencia clasificada según cada zona de la ciudad, todas en perfecto orden. De algún modo le pareció extraño que en esa armonía pudiera estar lo que buscaba. Pero ya estaba convencido de que frente suyo, podían existir miles de historias que podía “tomar prestadas” para su firme propósito. En ningún momento pensó que estaba robando, o si lo pensó, imaginaba que vencer su destino era una poderosa razón.

Esto es parte de un relato escrito por Eladio Budiño y que puedes continuar leyendo aqui.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y que pasa con el final del cuento? El personaje me parece un tanto marginal...Existen esas personas hoy en día?

LinuxMfG dijo...

Como puedes ver al final del post, esta el enlace al blog donde se esta publicando la historia completa... que espero la disfrutes, tanto o mas que yo!